¡Oh Tú!, Sol, rey del cielo.
Señor de la vida.
Tú, que has creado lo
que existe
con tú presencia.
¡Oh Sol!, que recorres
el horizonte
incansablemente
iluminando a tu paso
todos los caminos.
Te haces dueño de lo
que has creado
te apoderas de tu creación
y la haces una, contigo.
Cuando tu majestad
recorre el cielo
tus corceles cabalgan
en todas las
direcciones
llegan a lo profundo
y van más allá, hacia
el abismo.
Tu carro de fuego es
tirado
por el Dios Viviente.
Te complaces en el
mundo
porque tu eres ¡Oh Sol!
la presencia de la Luz.
En el meridiano de la
tierra
marcas el límite,
entre la luz
y tu enemigo
más vences al amanecer
en un baile
de acompasada bondad.
Por esa bondad
el poder de la sombra
es sacudido.
Por tu compasión
el corazón del malvado
se envilece
hacia el manso de
corazón.
Haz que tu fuego
caliente
nuestros espíritus,
fríos
durante tu ausencia.
Para que la noche no
sea precursora
de la oscuridad,
otorgas a la luna
tu claridad
como señal eterna, de
tu visita
permanente al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario