Dulzura, derrámate
sobre mis
cántaros abiertos.
Con tu suave
líquido
besas paredes
de arcilla
en las cóncavas
siluetas
en las formas
internas.
Graciosa y
lenta
bajas curvando
tu néctar
bañando mi
barro
penetrando sus
poros
embriagando de
aroma
las profundas
arterias.
Cuando me
entregue a la muerte
roza con tus
labios de lava
la mortaja de
mis huesos
sé tú, dulzura,
la última
de todos mis
alientos.
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