Subí a la cima de una altura sin
nombre
y allí, sin esperarte, me encontré
contigo
un nueve de septiembre
cuando las caracolas del fondo del mar
dormitaban un letargo infinito
acariciaste mis sentidos
y sin pronunciar palabras
tomaste mi alma entre tus manos
alimentando mi hambre
nunca vi las formas que dibujaba el
cielo
ni oí los acordes de una voz angelical
hasta que tu, amado mio, entraste en
mi vida
Se hundieron desgarradores mis gritos
en el espasmo de la noche,
asustando a las hadas cercanas
hasta que un día cansada y vencida
por el amor llameante
me abandoné en ti
los altibajos del orgulloso desdén
fueron aplacados por la sonrisa,
esbozada apenas en el cristal
que día a día, iba formando parte de
mis noches.
Tu voz fue penetrando, cálida como la
sangre
por todos mis huecos
llenándome de un amor desconocido
y conocido a la vez
algo tan fugaz e intenso como el rocío
de la mañana
fue despertando mis sentidos
y te soñé, desesperadamente
mas como el sol, que absorbe la
humedad de la flor
la luz evaporó, mi sed de ti
nacieron espejismos que sucumbieron
en el verde oasis
y vinieron sombras cobardes
a ocultarme la luz de tu rostro.
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